Tras cursar mis estudios de Derecho, comencé a ejercer la abogacía sin dilación. No tenía una idea clara del reto que ello suponía, entre otras razones, porque desconocía el mundillo de los tribunales, más allá de las lecturas de juventud o de las películas anglosajonas de abogados, juicios y grandes dilemas humanos –regidas por un sistema jurídico radicalmente opuesto al nuestro-. Mi visión del derecho era entonces, al licenciarme, abstracta e ingenua: cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia.
Me acompañó la suerte y, a los pocos años de iniciarme en esta aventura, contaba con una amplia experiencia en el ámbito jurídico y, quizá, con lo más difícil de alcanzar: enfrentarme a asuntos complejos y de alto calado social, de forma que, casi desde el principio, me puse al día en mi trabajo y profesionalmente, rocé el techo de un despacho de campanillas…
Sin embargo, pronto pude apreciar que la labor de abogado stricto sensu ni satisfacía mis inquietudes personales, ni daba respuesta a lo que las personas que acudían a mi despacho demandaban.
Este hecho, unido a mi propia trayectoria personal, propició que decidiera especializarme en asuntos de familia, donde parecía que el mundo jurídico se humanizaba e individualizaba un poco más. Para ello, comencé a formarme, primero como orientadora familiar, y luego como psicóloga. Finalmente, culminé mi formación como terapeuta familiar sistémico.
Así, el despacho de Marta Gil Abogados surge del convencimiento de que hoy, más que nunca, es urgente reflexionar sobre nuestros procesos personales y actuar según nuestra forma, la de cada cual, pero respetando la integridad del otro. En este sentido, considero que las crisis en la familia pueden ser una oportunidad para el crecimiento personal, así como para reconsiderar y cambiar aquellos aspectos vitales que se deseen modificar. Ése es el reto al que aspiramos y nuestra propuesta es acompañarte en ese camino.